viernes, 6 de diciembre de 2019

Un día triste para los amantes del cine Español.

El pasado miercoles 4 de Julio fue un dia desolador para los amantes del cine nuestro cine, y en especial al cine de genero. Nos dejaron cuatro de las figuras mas recordadas por sus trabajos y legado. Nos referimos al director Javier Aguirre, el actor de doblaje Claudio Rodríguez y los actores Azucena Azucena Hernandez.


¿Un director puede ser el artífice de una película pop de Los Bravos, cuatro filmes del grupo Parchís y varias cintas de corte experimental, entre ellas una reactualización de la tragedia de Medea? Javier Aguirre, fallecido este miércoles en Madrid a los 84 años, demuestra que sí se puede. 
Y no solo eso, porque el cineasta nacido en San Sebastián en 1935 fue capaz de muchas otras cosas antagónicas. A 'Los chicos con las chicas' (1967), en la que se sirvió de los Bravos para emular al Richard Lester de sus comedias con los Beatles, los cuatro títulos al servicio del grupo musical-infantil Parchís -entre ellos 'La guerra de los niños' (1980)-, y algunas películas fuera del sistema que hizo con su segunda compañera sentimental, la actriz Esperanza Roy -'Carne apaleada' (1978), 'Vida/Perra' (1982), 'La monja alférez' (1987) y 'Medea 2' (2006)- deberíamos añadir un sinfín de propuestas de cine comercial en las que hizo lo que los productores le mandaban y el público le pedía, pero a su manera. Con el imposible Torrebruno realizó la comedia 'Rocky Carambola (La criada se enamora)' (1979), en la que el cómico italo-español corría aventuras circenses con un chimpancé como si fuera el Clint Eastwood de sus películas con un orangután. A Paul Naschy-Jacinto Molina, el todoterreno del cine de terror español, lo dirigió en 'El gran amor del conde Drácula' y 'El jorobado de la Morgue', ambas rodadas de una tacada en 1972, en un pispás. Hay más. Aguirre se puso los ropajes de una Agatha Christie en 'El asesino está entre los 13' (1973), con varios personajes reunidos en una casa de campo para esclarecer un asesinato. Y. claro, llegó su opus particular dentro del cine comercial del franquismo con una cinta que vale su peso en oro por tan hilarante título, 'Una vez al año ser hippy no hace daño' (1969). Con sus protagonistas, Tony Leblanc y Concha Velasco, pareja clásica de la comedia española de aquel tiempo junto al landismo, ya había hecho unos meses antes 'Las que tocan el piano' (1968). Las realizó mientras estallaban las revueltas del mayo francés, está todo dicho. Tuvo a sus órdenes a Laura Valenzuela -'Pierna creciente, falda menguante' (1970), otro título que quita el hipo, de aquellos tiempos en que los cineastas se las ingeniaban para ser algo mordaces en materia sexual frente al conservadurismo general-, a Raphael -'Volveré a nacer' (1971)- y Lina Morgan. Practicó el 'sexploit' y envió a Tony Leblanc a la Luna en 'El astronauta' (1970), comedia chusca en la que la NASA se convierte en la SANA. Pedro Masó andaba por ahí, escribiendo los guiones de esa parcela del cine franquista que hoy se revisa desde parámetros históricos y culturales diversos. 'El insólito embarazo de los Martínez' (1974) es otro despropósito -ya se pueden imaginar quien queda embarazado del matrimonio- que hoy resulta casi posmoderno.
También hizo documentales en las antípodas del resto de su obra de ficción, en 1961 ganó la Concha de Oro en San Sebastián al mejor documental por 'Pasajes tres' y en los años 50 colaboró en la influyente revista cinematográfica 'Film Ideal'. Es difícil encontrar alguien igual en la historia del cine español.




«Percha, Tonet, Percha». La voz áspera de Alfredo Mayo era un aguijón que se clavaba inmisericorde en el oído de Manuel Tejada, que con la cara desencajada surcaba la albufera... Fue, quizás, el papel que le dio mayor popularidad al actor que ayer falleció en la localidad alicantina de Benidorm, donde residía desde hace varios años. Su voz grave, educada, reposada, y su gesto habitualmente serio fueron las armas de uno de esos intérpretes «de salón», familiar para varias generaciones.
Nació Manuel Tejada de Luna en Puente de Génave, «un pueblecito de Jaén como a una hora de Linares -recordaba el actor en una entrevista-; pero mi primer representante me dijo que era mejor dar un lugar de nacimiento más conocido y terminé naciendo en Linares»,
Ya en Madrid, y después de no pocas penurias económicas -llegó a tener tres trabajos a la vez; uno de ellos de ascensorista en la Torre de Madrid-, entró como meritorio en la compañía del teatro María Guerrero. La primera vez que pisó el escenario fue en octubre de 1960, en la obra «El jardín de los cerezos», de Chéjov, bajo la dirección de José Luis Alonso, y con compañeros de la talla de José BódaloMaría Dolores Pradera Antonio Ferrandis. Vinieron después obras como «El rinoceronte», de Ionesco; «Los verdes campos del Edén», de Antonio Gala; o «Cerca de las etrellas», de Ricardo López Aranda.
Casi inmediatamente comenzó a trabajar en el cine y la televisión. «Canción de juventud» (1962), junto a Rocío Dúrcal, fue su primera película acreditada. Trabajó después con otras estrellas juveniles: Marisol («La nueva Cenicienta», 1964) y Pili y Mili («Dos chicas locas, locas», 1965). Sus últimos trabajos cinematográficos fueron bajo las órdenes de José Luis Garci Álex de la Iglesia. Con el oscarizado director hizo el que él mismo consideraba su mejor papel en el cine: el de «El guapo» en «El crack» (1981).
El de Tono en «Cañas y barro» era también el más querido por Manuel Tejada, un rostro habitual en los Estudio 1 de los años sesenta y setenta -«hice aproximadamente sesenta», recordaba en una entrevista-. Pero su carrera televisiva incluye series y programas como «Historias para no dormir», «Verano azul» -donde interpretaba al padre de Tito y Bea-, «El conde de Montecristo» o «Compuesta y sin novio».
El teatro fue sin embargo la columna vertebral de su trabajo. Formó compañía propie con Lola Herrera en 1976 para montar «El amor propio», de Marc Camoletti. En 1987 retomó la experiencia para representar «321-322», de Ana Diosdado. «El león en invierno», de James Goldman (que le valió el premio Mayte de Teatro), «Don Juan, el burlador de Sevilla», de Tirso de Molina, y «Confidencias muy íntimas», de Jerôme Tonnerre, fueron sus últimos trabajos escénicos.
Fuente: ABC

El caso de Azucena Hernández, actriz fallecida a los 59 años, es especial: su carrera, que comenzó en el ‘cine S’ de la Transición, quedó truncada en 1986 por un accidente de tráfico que le causó tetraplejia.
Nacida en Sevilla y criada en Blanes, Azucena Hernández saltó a la fama en 1977 cuando ganó el certamen Miss Cataluña. Su carrera como actriz, que comenzó al año siguiente, tuvo como inicio un filme softcore de aquellos tan habituales en la España de entonces: Las eróticas vacaciones de Stella. Según ella misma explicó, había firmado su primer contrato prácticamente a ciegas, lo que la llevó a encontrarse con un panorama donde el acoso sexual era frecuente y las actrices jóvenes eran vistas como trozos de carne. Lo cual, añadía, no le había impedido disfrutar y divertirse durante aquellos años.
Las eróticas vacaciones de Stella le siguieron otros trabajos de parecido jaez: (Bacanal en directo) junto a los inevitables productos para la factoría de Mariano Ozores (¡Que vienen los socialistas!) y filmes de terror firmados por Paul Naschy, como El carnaval de las bestias. 
A mediados de los 80, la carrera de Hernández pareció orientarse hacia productos más prestigiosos, cosechando buenas críticas en teatro y figurando en La estanquera de Vallecas, dirigida por Eloy de la Iglesia. Pero la mala fortuna la condenó a una silla de ruedas, y sus apariciones en los medios a partir de entonces consistieron en testimonios sobre su invalidez, incluyendo un alegato a favor de la eutanasia frente a Iñaki Gabilondo. 

Se ha apagado una carismática voz en el mundo del cine, la del doblador Claudio Rodríguez, que falleció el pasado miercoles 4 de diciembre a los 86 años de edad, según ha confirmado el Sindicato de Artistas de Doblaje de Madrid (Adoma). El zamorano dobló al español personajes de la historia del cine tan conocidos como el profesor Albus Dumbledore de la saga Harry Potter y a actores de renombre como Charlton Heston o Burt Lancaster.
Ciertamente, Claudio Rodríguez, que nació en el pueblo zamorano La Bóveda de Toro en agosto de 1933, tuvo una dilatada carrera profesional durante la cual acumuló más de 2.000 títulos. Es por ello que la entidad de gestión de actores bailarines Aisge ha calificado al fallecido en su cuenta de Twitter como “la mejor voz de la historia del doblaje”. De hecho, una de las escenas más conocidas de Heston, su lamento final en la película El planeta de los simios, fue doblada por el actor español.
Claudio Rodríguez comenzó su carrera en Radio Juventud de España, junto a Luis del Olmo. Más tarde, se inició en el doblaje de películas reemplazando las voces de otros actores como Roger Moore, Paul Naschy, Omar Sharif, George C. Scott, Anthony Quinn, Gary Oldman o Michael Gambon. También se le ha visto en cintas como La fuga de Segovia o El viaje a ninguna parte, así como en series televisivas como Más que amigosEl comisario Manos a la obra. Desde hace años, dedicaba también parte de su tiempo a la enseñanza del doblaje.
Con motivo de tan prolífica carrera, la Fundación AISGE le otorgó hace un año el Premio Actúa, un acto en el que Rodríguez defendió que el doblador “no es enemigo del actor, sino una ayuda”, al tiempo que recordó que Charlton Heston le manifestó su admiración cuando se conocieron: “Gracias a usted soy famoso en España”, le dijo.

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